jueves, 3 de septiembre de 2009

Esquemas de un religioso (teísta), un ateo y un agnóstico.


Imaginese un individuo cualquiera, de la clase trabajadora, que pasa casi todo el día en su trabajo realizando labores de rutina seis días a la semana. Imaginese también que este individuo, en su niñez, fue educado en una familia de sujetos similares, pertenecientes a alguna religión teísta. El individuo muy probablemente defenderá la religión, por que de ella obtuvo la moral, una moral que, aunque no puede seguir “al pie de la letra”, le ha servido de guía; le ha sido útil. Además, existen dos sensaciones que se funden y confunden a favor de su religión, primero, la fe como sensación, como un indicador de que existe un “algo” que le acompaña siempre y la fe como consuelo, un consuelo proveniente de una filosofía que le ayuda a vivir sin temer más de la cuenta a la muerte, pues, según su religión, otra vida sigue a la muerte. La experiencia le ha enseñado a no fiarse de primeras impresiones, que los sentimientos y las imagenes son engañosas, o, en resumen, que sus sentidos a veces lo engañan ( son inexactos). Entonces, como sus sentidos son imprecisos o engañosos, no le resulta en absoluto inconcebible la idea de un Dios que no pueda ver ni tocar. Otra cosa, dado que existen escritos considerados como fuentes fiables, consideradas evidencia histórica, su religión, que se fundamenta en ellos, es más que solo en invento de una persona, más que otras llamadas “sectas”.

¿Porqué he pedido que se imagine un individuo así?, Por que ese es un hombre religioso común de la clase obrera, que es representativo de la mayoría en varios países y que, con una vida sacrificada, un mal sueldo con exceso de horas tal que apenas le dejan tiempo para comer y muchos menos para filosofar, forma uno de los tantos aquellos en quienes pensó H. Bloom cuando dijo que: “ya tienen demasiadas angustias y prefieren la religión como alivio”.

Imaginese ahora que este individuo se topa con algún ateo y que por esas cosas de la vida, por alguna frase o noticia en la portada de algún diario, surge el tema de la religión. ¿Qué es lo que le pediría el ateísmo a nuestro individuo? Le pediría dejar su religión, le pediría (así lo sentiría él), renunciar al consuelo que le evita caer en desesperación ante la inevitabilidad de la muerte, ante una existencia sin sentido, efímera e insignificante, le pediría abandonarse a la nada o al caos, quedarse con todas las angustias de su vida y con ningún alivio; le pediría admitir que no hay nada que determina el curso de los acontecimientos y que por lo tanto, todo ruego es en vano; pues no hay a quien rogar. Le pide el ateísmo a nuestro individuo adoptar una postura desoladora, fatalista, pesimista. Le pide aceptar algo contrario a todo lo que se le ha enseñado y que le hace daño; un absurdo. De allí que este hombre considerará agresivo, insensible, “cuadrado” y casi, si es que no, insultante al ateísmo (y a veces, por omisión, también a las variantes agnósticas). De hecho el ateo puede ser efectivamente un ser triste, desolado, desconsolado…

Ya hemos imaginado e incluso intentado comprender a un individuo religioso y a su postura sobre el ateísmo, Ahora, podríamos imaginar al ateo, un hombre que, instruido con una fuerte enseñanza lógica, ha visto el concepto de Dios como un absurdo y a la religión como fruto de viejas ideas también absurdas. Simplificado así, el ateo puede considerar miserable al individuo religioso y enorgullecerse de ser un “hombre de razón”. Eso mientras no empiece a caer en el pesimismo de no tener sentido alguno para su vida, de ser insignificante en el infinito, de tener una vida que no es más que un ensayo para la muerte. Si este “hombre de razón”, llega a caer en este pesimismo, dificilmente podrá volverse religioso (en busca de consuelo) pues prácticamente tendría que “lavarse el cerebro”, tendría que borrar casi toda su memoria y como obviamente no puede, empezará a buscar alternativas. Dado su modo de pensar, lo primero que que podrá ocurrirsele (por lo simple), será la muerte (suicidio), pues, estando muerto no puede haber angustias ni dolor y aunque tampoco puede haber alegría, como considera que su vida es mayoritariamente una tristeza y un desconsuelo constante, será mejor la muerte. Aquí puede terminar la historia de este individuo, a menos que se tope con una filosofía capaz de enfrentarse cara a cara con el sin sentido, como la de Nietzsche, que por cierto, lo volverá más antirreligioso (o concretamente más anticristiano). Y aquí puede otra vez terminarse la historia de nuestro ateo en lo que a cambios importante se refiere. Pero si no es así, si nuestro individuo llega a ver consuelo en el pluralismo, en el constante fluir de los opuestos, en la no existencia de un todo, de una unidad que abarque todo, de un Dios que juegue con los hombres como un titiritero con sus marionetas; podrá considerar como Heráclito que: -”Es la enfermedad la que hace agradable la salud; el mal el bien; el hambre, la saciedad; el cansancio, el descanso” y como Luis Farre que: -”En la diversidad está el principio del placer [...] La vida es gozable y es vida justamente porque no se estabiliza…”; tendremos entonces a un hombre “de razón” que, enemigo del monismo (del todo) como de la idea de Dios y esencia; considera el mundo un incesante, un eterno fluir o movimiento y encuentra en ello la justificación para vivir, un sentido, ausente en la muerte, pues la muerte es garantía de nada, ya que en ella no hay movimiento y carece por tanto del “potencial de placer” de la vida.

Hemos imaginado así, simplificadamente, a un religioso y a un ateo. Ambos con sentido para su vida. El agnóstico sería el ateo que ha comprendido al religioso y que no tiene conflictos -políticos, en lo que ha legislación se refiere; de agresividad o de intentos por imponer alguna idea- en su diario vivir; todo esto simplificadamente claro está. El agnóstico considera que imponer su verdad al religioso es solo hacerle daño si no puede entregarle también un sentido y generalmente no puede, generalmente quitarle su verdad al religioso implica condenarlo a la miseria en pro casi de un suicidio… Y si no tiene problemas con él, ¿Por qué destruir su verdad?. Recalco, si no hay conflicto. Además, también están las definiciones particulares de Dios o de religión que no obedecen a las creencias populares, como la definición de Dios que intenté hacer anteriormente, que rozan la lógica y/o intentan ajustarse a ella. Otro motivo por el que el agnóstico no considera imprescindible destruir la verdad del religioso es: que el cambio de un hombre religioso a un hombre ateo ocurre de forma natural cuando la religión deja de ser “suficiente” para ese hombre. Cuando deja de ser útil y/o pasa a ser dañina (por ejemplo cuando es un mandato sentir culpa o humillarse), que, si bien no siempre sucede, de vez en cuando sucede. De modo que siendo algo natural, ¿para qué forzarlo?, alguien dijo una vez: “no arregles lo que funciona”.

Hinduismo ¿religión o búsqueda interior?


Hinduismo es la palabra utilizada para denominar la religión que los nativos de la India tradicionalmente
practican desde tiempos inmemoriales. Con todo, el Hinduismo abarca un amplio abanico de creencias que han surgido y evolucionado a lo largo de los siglos en diversas formas de culto, filosofía y espiritualidad.

El orígen de la palabra “hindu” proviene de los antiguo persas, que llamaban así a los pueblos que vivían más allá del río Indo. Con el tiempo, empezó a conocerse al país en cuestión con el nombre de India. En occidente pocos saben que el auténtico nombre de la India es Bharata Varsha y que los hindús llaman a su religión con el nombre de Sanatana Dharma (Religión Eterna).

El hinduismo no tiene fundador. Su filosofía proviene de las enseñanzas de los antiguos Rishis (maestros relizados). Los cuatro Vedas : Rig, Sama, Yajur y Atharva Veda, son los primeros escritos en los cuales se fundamenta su filosofía. Aparecieron escritos entre el 1.300 y el 1.000 a.c.. aproximadamente, fruto de una tradición oral que se pierde en la noche de los tiempos. Estos textos, que constituyen el fundamento más antiguo del hinduismo, (y otros de importancia paralela) fueron recopilados y escritos por Vyasa. Más tarde, otros Rishis enriquecieron los Vedas con sus propios comentarios, fruto de sus meditaciones y de su realización mística interior. Estos comentarios se conocen como Upanishads. En ellos es donde se encuentra en realidad el núcleo central de la filosofía Vedanta. Tratan sobre el significado y la naturaleza del Universo; Son una definición de Dios como una Realidad Absoluta o Principio Cósmico llamado Brahman (el Absoluto). Algunos de los Upanishads más conocido son entre otros: Isavasya Upanishad, Brihadarányaka Upanishad, Mandukya Upanishad, Katha Upanishad etc ... El conjunto de los Vedas, Brähmanas y Upanishads se conoce como “Shruti” (aquello que se ha escuchado de la Divinidad), o sea, revelaciones fruto de la experiencia interior y mística de los Rishis.

Otros textos que forman la parte más práctica y popular del hinduismo son los “Smriti” (aquello que se recuerda) y son obras como el Ramayana, el Mahabharata, Manu Smriti o los Puranas, que antiguamente se transmitían de forma oral.
El Bhagavad Gita es el texto más popular en la India, y también el más conocido en occidente. Este texto también se considera un Upanishad y es el centro de la esencia de toda la filosofía espiritual y universal de la India. El Bhagavad Gita (que forma parte del Mahabharata) es el diálogo entre Krishna (lo Divino) y Arjuna (el ser humano) en medio del campo de batalla; de hecho, simboliza la lucha interior que tiene todo ser humano entre su parte material y espiritual. Este texto contiene la esencia del Dharma, el Yoga y el Vedanta, y ha sido y es la principal fuente inspiradora de muchos maestros espirituales. Mahatma Gandhi decía que este libro era su constante compañero, en el cual encontraba la fuerza y consuelo necesarios tanto para su búsqueda interior, como para su lucha en pro de la verdad y la justicia mediante la no violencia.

Una de las características centrales, tanto del Hinduismo como de la filosofía Vedanta, es su gran universalismo, que podría resumirse en esta enseñanza: “Solo hay una Realidad (Brahman), que los sabios llaman de diversas formas”. Es con este concepto de búsqueda espiritual que pueden convivir en perfecta armonía diferentes corrientes filosóficas con un mismo objetivo místico: Realizar esta verdad absoluta por uno mismo y tomar conciencia de que nuestra naturaleza es divina. Es también por este motivo que el nombre original del Hinduismo es “Sanatana Dharma”. Sanatan significa eterno y Dharma puede tener distintos significados como: doctrina, honradez o conducta moral, deber, principio de rectitud etc. ... Todo esto expresa la eterna búsqueda del ser humano de la paz interior para poderse liberar del ciclo de muertes y reencarnaciones, consiguiendo la unidad con lo Absoluto (Brahman).

Para comprender mejor esto último hay que tener claros los conceptos de Karma y Samsâra. Karma se refiere a la ley de causa y efecto. Según la tradición hindú, toda acción tiene una reacción y una consecuencia, tanto si la acción es positiva como negativa. Samsara es el mundo material en sí mismo, y se refiere al deslumbramiento de deseos y poder que produce en el hombre. Es el lugar donde se renace constantemente, y así se interpreta que cada reencarnación es el fruto o consecuencia del Karma acumulado en vidas anteriores.

Igualmente, y teniendo en cuenta que el objetivo de la filosofía hindú es la búsqueda del autoconocimiento, pienso que es interesante citar la opinión que dio el gran sabio Sri Ramana Maharshi cuando alguien le preguntó por esta cuestión:
“No te preocupes demasiado por lo que has sido en la vida pasada, ni por lo que será en la futura vida, ocúpate mejor en descubrir lo que eres en esta vida”

La gran mayoría tiene la idea que el Hinduismo es una religión politeísta con toda una amalgama de dioses y divinidades de muy distintas formas. Nada más distinto de esto. La expresión central de la filosofía hindú es que hay una Única Realidad que lo prevalece, y que con todo, en un sentido más profundo, está más allá de los nombres y las formas. Los sabios escribieron los Puranas para que se pudiese entender esta Realidad, utilizando todo tipo de historias épicas de las divinidades, cuyo objetivo es ilustrar y hacer más comprensible esta Realidad Universal.

Los Puranas más conocidos son el Srimad Bhagavatam, dedicado al dios Krishna, el Shiva Purana, dedicado al dios Shiva, el Vishnu Purana, dedicado al dios Vishnu, etc. Los Puranas personalizan la Realidad, humanizándola con los diferentes dioses que toman vida y realizan todo tipo de gestas y heroicidades, en los cuales se realzan todos los aspectos nobles, morales, éticos y espirituales. De esta forma el devoto siente a dios más cerca, como modelo que le permite desarrollar estas cualidades .

En un principio, lo Absoluto (Brahman) se representa con el sonido universal Om (compuesto por las tres letras A.U.M. que simbolizan los tres estados naturales del Ser: Sat (existencia), Chit (conciencia), Ananda (felicidad). El concepto de Ishta Devata (divinidad personal), en el cual el devoto hindú vierte toda su devoción, se creó para hacer más accesible la comprensión de Brahman. El Ishta Devata va muy ligado a la personalidad del devoto y normalmente es elegido por su Gurú o maestro espiritual. Los distintos dioses del panteón hindú son la expresión manifestada de lo Absoluto No Manifestado. Es como si fuera un cable con muchas bombillas de distintos colores, todas encendidas por energía eléctrica con un sólo enchufe.

El panteón mitológico se define generalmente en la llamada Trimurti, que es el conjunto de tres divinidades: Brahma (el creador), Vishnu (el conservador del universo) y Shiva (el destructor de universo). Esta es la explicación tradicional y más popular, pero si profundizamos en su simbolismo encontraremos un significado mucho más trascendental.
Según la filosofía Vedanta todos los seres son divinos por naturaleza. Atman (Ser) es el nombre que damos a la expresión de esta naturaleza divina y eterna en nuestro interior. Atman es de la misma naturaleza divina que el Ser Supremo (Paramatman o Brahman). Se considera que el objetivo de la existencia humana es llegar a ser uno con lo Absoluto. Brahma expresa el aspecto creativo del Ser. Vishnu representa el equilibrio y armonía natural del Ser y Shiva represanta el acto regenerativo del Ser, o movimiento cósmico del universo. Shiva Nataraja (el señor de la danza) es la manifestacion de Shiva que representa este movimiento cósmico .

Generalmente cada divinidad hindú tiene una consorte o Shakti, la cual es la expresión del poder y la energía de la Divinidad. Brahma tiene como consorte a la diosa Sarásvasti, representación de toda expresión creativa como las artes, el conocimiento, el discernimiento etc ... Se la representa sentada sobre un cisne blanco. Según la mitología hindú, este animal puede separar la leche que está mezclada en el agua, simbolizando el discernimiento entre lo real y lo irreal. El nombre sánscrito de cisne es “Hamsa”. Por esta razón a los grandes maestros se les llama a menudo Paramahamsa, lo cual significa que ha llegado al más alto conocimiento de la Realidad o autorealización. Sarásvati sentada sobre esta base expresa toda la creatividad natural del ser. Por eso se la representa tocando la Vina, un instrumento de cuerda tradicional hindú. El arte, en el contexto hindú, es considerado sagrado, y por tanto es un camino espiritual. El sonido de la Vina de Sarásvati simboliza la música del espíritu que conduce a la música del silencio interior donde se encuentra la verdadera paz.

La consorte o Shakti de Vishnu es Lakshmi, la diosa de la fortuna, muy popular entre empresarios y comerciantes, a la cual adoran cada día antes de abrir sus negocios. Es muy popular el Dipâvali, fiesta de la luz en la cual Lakshmi es la divinidad central. En esta fiesta todas las casas, templos y calles se llenan de multitud de lámparas de aceite, y en todas partes se respira un ambiente de fiesta y alegría.

Aparte de estas manifestaciones populares, el simbolismo de Lakshmi es mucho más profundo. En su iconografía se la representa de pie o sentada sobre una flor de loto, que significa pureza espiritual. Según los grandes Yoguis si no estamos afianzados en la pureza interior no podemos disfrutar del don que Lakshmi representa: el tesoro espiritual de la iluminación. Es por esto que es la divinidad central del Dêpavali o fiesta de la luz, la luz infinita del alma, la luz que disipa la oscuridad de la ignorancia, la luz que aclara el camino hacia la autorrealización, que es la fortuna más grande a la que podemos aspirar, la paz interior.

A Shiva se le considera el dios de los Yoguis, de los monjes (Sanyasis) y ascetas. Se le conoce también como Yoguésvara en sánscrito. Es tradicional que aquellos que desean dedicarse a la vida ascética o monástica (Sanyasa) se inicien durante su festividad. El Lingam es el símbolo abstracto de Shiva. A menudo se coge una piedra negra que las aguas del Ganges han redondeado en forma de huevo como Lingam. Esta piedra asentada sobre un soporte estable llamado Yoni simboliza el estado puro yóguico o la unión del Atman con Paramatmam o lo Absoluto.

Shiva se representa como un joven asceta. La tradición lo sitúa sentado en meditación en la montaña sagrada de Kailash, pico de los Himalayas. Su consorte, Párvati toma su papel de la Shakti asumiendo distintas formas como Durga, Amba, Kali .... Todas la formas de la diosa son muy populares en la India, donde se la representa desde su forma más benigna hasta la terrorífica Kali, que destruye todo tipo de seres demoniacos, simbolizando el aspecto regenerativo que destruye todo lo negativo. En realidad Shiva representa el asentamiento profundo dentro del Dharma como principio de rectitud y voluntad espiritual en la eterna búsqueda de nuestra naturaleza real (Brahman). Shakti representa el poder y la energía desarrollados mediante la práctica espiritual (Sadhana) destructora de todos los obstáculos (demonios) interiores que complican la llegada a la Autorrealización como pueden ser la violencia, la lujuria, la falta de honestidad etc. ...

Existen muchas más divinidades dentro de la mitología hindú. Vishnu, por ejemplo, tiene diez encarnaciones o avatares de los cuales los más populares son quizás Rama (héroe del Ramayana) i Krishna (figura central de Mahabharata y del Bahagavat Purana). También es muy venerado Ganesha, hijo de Shiva y Párvati con cuerpo de hombre y cabeza de elefante, que con su fuerza destruye los obstáculos. En un sentido profundo Ganesha simboliza la pureza y fortaleza interior, fruto de una vida totalmente dedicada a la práctica espiritual (Sadhana). Ganesha también es considerado como el escriba de los Rishis y entre otros textos escribió el Mahabharata, dictado por Vyasa. Toda ceremonia religiosa hindú (puja) empieza invocando a Ganesha para que todo se desarrolle sin ningún obstáculo. También son muy veneradas divinidades como Hanuman, Subramanian, Surya etc. ... Todas esta divinidades son expresión manifestada de lo Absoluto (Brahman) y en realidad todas se unifican con este principio, que tal como decíamos antes está más allá de todo nombre y forma. Brahman lo incluye todo y todos son Brahman a la vez.

El sistema filosófico más conocido en la India y en todas partes, debido a su universalidad es la ciencia del yoga. Cuando oímos hablar de yoga, en occidente, automáticamente nos viene a la cabeza una persona haciendo acrobáticas y difíciles posturas como si su cuerpo fuera de goma, o bien una práctica que nos aporta relax, salud y que nos ayuda a superar el estrés. En realidad ésta es una parte muy secundaria y no es en absoluto el objetivo del yoga.

Yoga es una palabra sánscrita que significa unión, la cual expresa el estado de unión con lo Absoluto. Por eso el Yoga es más un estado que una práctica. Todas las disciplinas y técnicas conocidas como Yoga son los distintos caminos que conducen hacia este estado. Desde hace siglos se han agrupado las distintas prácticas de estas disciplinas en lo que llamamos Yoga de la Síntesis. De hecho la filosofía yóguica trata de armonizar los aspectos intelectuales, emocionales y activos del ser humano, para integrarlos como camino hacia el estado yóguico en sí mismo que es la realización del ser.

El Yoga de la Síntesis se compone de cuatro partes: Karma Yoga, el Yoga de la acción sin deseo; Bhakti Yoga, el Yoga de la devoción; Jnana Yoga, el Yoga del Autoconocimiento; Raja Yoga, el Yoga de la concentración.

KARMA YOGA. Es el camino de la acción sin ninguna motivación egoísta. El Shádaka (practicante), mediante el servicio totalmente desinteresado, trata de desarrollar la conciencia de que todo ser es la expresión de la divinidad. Todas sus acciones son un acto de adoración. Uno de los principales obstáculos en el camino espiritual es el Ego (la actitud de individualismo egocéntrico). El Karma yogui intenta trascendirlo haciendo una unidad de su voluntad con la Voluntad Cósmica. Podríamos comparar esta actitud con el espíritu que tenía San Francisco de Asís cuando decía : “Señor haz de mí un instrumento de tu Paz”.

BHAKTI YOGA es el camino de la devoción o amor absoluto a Dios. El Bhakti Yogui canaliza toda su parte emocional hacia lo Divino. En su expresión externa éste es el Yoga que tiene más expresión religiosa. De hecho toda la religiosidad hindú es la expresión de la devoción. El devoto tiene una relación muy particular con la divinidad, recita su nombre (Mantra), adora su imagen como si fuera un ser vivo, le ofrece alimentos, vestidos, flores, perfumes, incienso etc. ... Todo su pensamiento está unidirigido hacia la divinidad. El Bhakti Yoga es el camino en que el arte hindú se ha expresado más ampliamente, mediante la escultura, la pintura, la música y la literatura haciendo que toda la expresión artística esté dirigida a la glorificación de la divinidad. Son muy célebres y a la vez fuente de inspiración ,tanto para hindúes como occidentales, muchos santos y poetas místicos como Caber das, Mirai Bai, Ram Prasad, Surdas y Tukaram entre otros que compusieron maravillosos poemas llenos de significado espiritual. Pero el Bhakti Yoga también tiene un sentido interno. Dentro de su estado más profundo el devoto trata de sentir que aquello que adora externamente no es más que la expresión de la divinidad que vive en su corazón. En este estado el Bhakti Yogui desarrolla la conciencia de su naturaleza divina llegando a sentir que todo es la expresión o más bien dicho la manifestación de lo Absoluto, realizándose que no haya diferencia entre él y lo divino.

JNANA YOGA es el camino de la introspección y del autoconocimiento. El Jnana Yogui dirige toda su capacidad intelectual a descubrir la Realidad Infinita de su naturaleza interior. El Jnana Yogui estudia las escrituras como los Upanishads y los tratados de Vedanta, como soporte de su búsqueda. De hecho Jnana Yoga i Vedanta van íntimamente ligados. Pero aunque el estudio sea una parte de su práctica, el Jnana Yogui sabe muy bien que aquello que busca está más allá de cualquier escritura o expresión externa, y que lo que trata de encontrar está en su interior. La expresión real del Jnana Yogui toma su significado más profundo en la pregunta ¿QUIÉN SOY YO?. Esta pregunta sale de lo más profundo del corazón del Jnana Yogui, que hace de su práctica un camino de autodescubrimiento de su naturaleza real. Uno de los más grandes exponentes de este camino ha sido el Sri Ramana Maharshi, sabio del sur de la India que vivió durante el siglo XX con una simplicidad increíble en la montaña de Arunachala situada en la provincia de Tamil Nadu. Toda su vida estuvo dedicada a encontrar respuesta a esta pregunta, una respuesta que en realidad no se puede expresar en palabras ya que ésta surge de forma natural al realizar la infinitud cósmica de lo Absoluto.

RAJA YOGA. Este es el camino que utiliza todo el potencial mental para llegar a la iluminación. Este es quizás el Yoga que integra todos los caminos yóguicos, ya que es la vía que da las pautas de práctica y autodisciplina para llegar al estado de unión con lo Absoluto. Es el camino conocido como el de las ocho etapas:

  1. Yama o normas de autodisciplina: Ahimsa (no-violencia), Satya (verdad), Asteya (no robar), Brahmacharya (castidad o pureza) y Aparigraha (ausencia de codicia).
  2. Niyama o normas religiosas: Saucha (pureza interna o externa), Santosha (autocontentamiento), Tapas (austeridad), Swadhyaya (estudio de los textos sagrados), Ishvara Pranidhana (entrega a Dios).
  3. Asana (sentarse con una postura firme y estable).
  4. Pranayama (asimilación de la energía cósmica “Prana” mediante diferentes técnicas de respiración).
  5. Prathyahara (total abstracción de los objetos de los sentidos).
  6. Dharana (concentración o unidirección de la mente).
  7. Dhyana (meditación, cuando la mente se sumerge y descansa de forma natural en el objeto de concentración).
  8. Samadhi (estado de iluminación, no se puede definir con palabras. Para tener una idea podríamos decir que es el estado en que la mente toma de una manera natural la forma del objeto de concentración y el yogui es uno con él, es decir, la unión con Dios, lo cual es el verdadero significado del Yoga).

El principal fundamento del Raja Yoga o del Yoga en sí mismo se encuentra en los Yoga Sutras, texto escrito por el antiguo sabio Patánjali que describe el Yoga de esta forma: Yogas chitta vritti nirodah. “El Yoga es la completa ausencia del movimiento de la mente”

En realidad, aunque se utilice toda la capacidad de la mente, el Yoga la trasciende. Sólo una mente serena y quieta puede reflejar la naturaleza de lo Absoluto. En este estado de profunda quietud se disuelven todos los conocimientos para dar paso al más alto de los conocimientos: El Autoconocimiento. Este es el estado real del Yoga. De hecho, aquello que llamamos yoga en el contexto hindú, no es distinto del estado místico de Santa Teresa de Jesús o de San Juan de la Cruz en otros contextos, por citar algunos ejemplos.

En este artículo se ha intentado exponer de que trata la filosofía hindú. He constatado que existen dos Indias. Una es la India externa que todos conocemos bien gracias a una amplia filmografía documental y material literario, o bien por haberla visitado alguna vez. Se trata de la India típica de las castas, las vacas sagradas, la gran expresión religiosa que impregna todo el país con centenares de templos, etc.... Toda religión tiene una connotación social que en la India llena casi toda la vida popular y cotidiana. Pero también existe una India interna, una India profunda y mística; de hecho la verdadera India es la que se expresa dentro de su espiritualidad universal. Los grandes maestros del hinduismo, y digo hinduismo porque han enseñado en el contexto donde han nacido, nunca han discriminado a nadie por su casta, color, raza o creencia. Cuando en cierta ocasión un grupo de fieles se acercó al maestro Swami Sivananda diciéndole que pertenecían a tal casta o condición religiosa, su respuesta fue una pregunta: Decidme ¿Cual es la casta de Dios, cual es la religión de Dios?. Dentro de esta pregunta se expresa la esencia de Sanatana Dharma. Dios es el nombre que humanamente damos a esta Realidad Cósmica y Infinita que lo prevalece todo. El fin de todo camino religioso es llegar a ser uno con esta Realidad, la cual está más allá de las religiones o caminos espirituales. Todos los caminos conducen a la misma Verdad aunque la entendamos de diversas formas. Tal como decía Mahatma Ghandi: “Aquel que llega al corazón de su religión llega al corazón de todas las otras”.

Es con este espíritu de universalidad que dentro del marco del hinduismo y desde hace siglos han ido naciendo distintas religiones como el Budismo, el Jainismo, el Sikhismo etc.. Desde la antigüedad hasta nuestros días la India ha dado grandes maestros que con diversos conceptos filosóficos y espirituales han intentado encontrar la unidad con la Realidad: los antiguos rishis como Vyasa o Vashista, Kapila (exponente de la filosofía Samkhya), Vasagupta (escritor de los Shiva Sutras, fundamento del Saivismo de Kachemira), Sankaracharya (que codificó de manera extraordinaria la filosofía Advaita Vedanta y escribió comentarios a los Upanishads, al Bhagavad Gita, a los Brahma Sutras y a los Yoga Sutras de Patánjali), Ramanujacharya (exponente del Vishisthavaita Vedanta) y Sri Krishna Chaitanya (revitalizador del Bhakti Yoga en Bengala hace unos 500 años), etc..

En los tiempos actuales podemos citar maestros como Sri Ramakrishna Paramahansa y a uno de sus principales discípulos Swami Vivekananda. También Swami Ramdas, Ananda Moyi Má, Swami Sivananda, Sri Aurobindo, Paramahansa Yogananda, Mahatma Ghandi, Sri Ramana Maharshi, Nisargadatta Maharaj y otros. Todos han expresado de una manera universal y mediante el fruto de su experiéncia y estado de autorealización el camino hacia la Realidad Universal de nuestra verdadera naturaleza: Brahman.

Finalmente citaré una frase del sabio Swami Vivekananda que expresa el sentido de los universal y el espíritu de libertad de Sanatana Dharma: “Cada alma es potencialmente divina. El objetivo es manifestar esta divinidad que llevamos dentro, controlando su naturaleza externa y interna. Conseguidlo mediante el trabajo, la devoción, el control de la mente o la filosofía; por uno o más medios, o por todos estos medios y sed libres. Las doctrinas, dogmas, rituales, libros, templos o formas solo son detalles secundarios".

Budismo: La paradoja de una religión agnóstica

Hablamos de budismo como si la religión llamada así fuera una sola y la misma. Pero la palabra fue inventada en Occidente en el s. XVII y divulgada sobre todo a partir del XIX para designar cuanto (personas, ritos, etc.) gravita alrededor de la figura y de las enseñanzas de Buda. "Budista" y "búdico» pueden ser sinónimos en cuanto designan lo perteneciente a Buda y al budismo o lo relacionado con ambos, pero se diferencian porque "búdico" se refiere preferentemente a Buda; "budista", al budismo.

El budismo no es algo monolítico, aunque así lo sugiera el uso de esta denominación. De hecho, ya desde la muerte de Buda, experimentó una serie de escisiones que le han llevado a fragmentarse en más de 250 ramificaciones. Lo dicho en este artículo, de ordinario, es común a todos ellas.

El budismo, una gnosis

Una de las corrientes más caudalosas e influyentes de nuestros días es, sin duda alguna, la de la gnosis y del gnosticismo, entendido como talante, como clima, más que como un sistema filosófico-religioso concreto. Está engrosada por el gnosticismo en cuanto sistema, con sus numerosas sectas (más de cuarenta las implantadas en los países de lengua española): la masonería, la teosofía, el rosacrucismo, los llamados "métodos del potencial humano" (Meditación trascendental, Dianética, Método Silva de control mental, Arica, Forum/Est, I AM o YO SOY, etc.), New Age/Nueva Era, etc. Por este cauce discurre también el budismo, que era gnóstico antes de que existiera formalmente el gnosticismo (s. II d.C.).

La semilla gnóstica halla el terreno y clima propicios en épocas de expansión económica, obsesionadas por el bienestar, que parece asfixiar el sentido religioso, el ansia de transcendencia, connaturales al hombre. Entonces, algunos, dominados por la búsqueda religiosa, son lanzados, como por reacción, a la mentalidad gnóstica de desprecio del mundo no sólo en cuanto «mundano», sino en su materialidad, y a la evasión de lo apariencial, de la materia, del cuerpo, mediante la exaltación de la interioridad y por medio de procesos de introspección psicológica.

"Gnosis" es una palabra griega que significa conocimiento. Pero en el contexto gnóstico se trata de un conocimiento peculiar, distinto y superior al de los sentidos, de la razón y de la fe, capaz de salvar al individuo por sus solas fuerzas, sin un Salvador y Redentor distinto del hombre mismo.

El punto de partida

Siddharta Gautama, nombre y apellido del apodado «Buda», indio de religión hindú hasta los 28-29 años, vivió en el s. VI a.C. Según la tradición, un presagio le había advertido a su padre que Siddhartasería un gobernante ideal y un guerrero valiente, o sea, fiel a su casta la segunda, si no veía la realidad doliente, contingente. En caso contrario, sería un asceta, un sadhu, como los once millones que hay ahora en la India. El padre hace todo lo posible para que su hijo sea fiel a los deberes de su casta, llevando la vida regalada de príncipe oriental. Pero un día, Siddharta, de paseo en su carro de caballos, ve las señales de las limitaciones humanas: a saber, a un anciano encorvado por el paso y el peso de los años; a un enfermo y un cadáver que es llevado a la incineración; y, por fin, a un sadhu hindú, que le indica "el único género de vida al que debe aspirar el sabio". Siddharta sigue su llamada. Deja a su esposa e hijo, se rapa la cabellera y vive como los sadhus en celibato y pobreza absolutas. Pero ayunó tanto que estuvo al borde de la muerte. Experimenta así que no debe seguir los dos caminos extremos: el del placer, ni el de la renuncia o ascesis rigurosa. Se separa de sus compañeros ascetas. Después de pasar siete semanas (7 por 7 = 49, números simbólicos) en meditación, sentado en posición de loto al pie de un árbol, logró la iluminación, en sánscrito, bodhi, de donde Buda (es decir, "el Iluminado").

Fugacidad de lo material

La iluminación búdica consistió en caer en la cuenta de la contingencia de todo lo apariencial, o sea, en una conciencia especialmente lúcida y viva de que todo lo material, lo captable por los sentidos, es"fugaz, efímero, transitorio, insatisfactorio e impersonal". Es "la primera noble verdad" del "Sermón de Benarés» (actual Varanasi), que Buda predicó a los cinco ascetas, compañeros suyos. Se llama también «La puesta en marcha de la rueda de la Ley". Una rueda es el símbolo del budismo, como la cruz del cristianismo, la media luna (islamismo), la estrella de David (hebraísmo), etc.

Todo lo material es contingente, efímero, o sea, malo, con la particularidad de que no existe la materia ni la substancia, sino sólo los accidentes, lo apariencial, sensorial. Todo lo llamado materia, energía, etc., por nosotros, según el budismo es eterno e ininterrumpidamente sometido a un proceso de degeneración hasta que desemboca en la degradación ética de todos los pueblos. Entonces se inicia un nuevo ciclo cósmico igual a los anteriores. En esta concepción no tiene cabida el progreso propiamente tal, ni en el plano científico-técnico ni en el histórico, humano. El budismo reduce al universo y al hombre mismo a un caudal de fenómenos bioquímicos y psíquicos en sucesión y cambio continuos, pero de suerte que no hay pensador, sino pensamientos; ni actor/agente, sino actos; ni espíritu o alma humana, sino un cambio permanente de acciones a impulsos de la ley cuasi-inercial de causa-efecto, o sea, del karma positivo o negativo, determinante del renacimiento en un ser de categoría superior o inferior.

Sin reencarnación

Conviene observar que, en el budismo, no puede hablarse de reencarnación (de las almas), como en el hinduismo, por ejemplo, pues no cree en la existencia de un principio vital distinto de lo físico humano, del cuerpo, llamado alma, espíritu... En lugar de reencarnación, usa "renacimiento» (de la "naturaleza búdica", de la "budeidad") sin que sea fácil precisar en qué consiste, al menos para la mentalidad occidental. Según las religiones aparecidas en la India (a partir del s. VIII a.C. en el hinduismo, budismo, jainismo s. VI a.C.), la reencarnación es una fatalidad, un destino inevitable, un estado de purificación con avances y retrocesos, o sea, de reencarnación en cuerpos humanos de categoría superior o inferior, e incluso en animales e insectos.

La iluminación, fenómeno parapsicológico

En cambio, la antroposofía, Nueva Acrópolis, Nueva Era, el espiritismo, la mayoría de las sectas del gnosticismo moderno, el Método Silva, el rosacrucismo, la teosofía, etc., prescinden de lo negativo de la reencarnación para considerarla sólo como una autorrealización, una maduración siempre progresiva y ascendente sin retrocesos, sin caídas ni recaídas en cuerpos de perfección inferior, jamás de animales e insectos. Además, en contra de la realidad, suelen presentarla como compatible con la fe cristiana, más aún como creída en los primeros siglos de la Iglesia, a pesar de que los pocos textos que hablan de ella la rechazan abiertamente. De hecho, es incompatible con verdades cristianas fundamentales, por ejemplo, la resurrección de los muertos, la inmortalidad del alma individual o de cada ser humano, la existencia del infierno y del purgatorio.

La meditación budista y, en general, la específica de las religiones orientales no es diálogo amoroso con Alguien, con Dios, sino con uno mismo; no es oración, sino reconcentración e introspección psicológica. Trata de producir la paralización de todo pensamiento, sentimiento y preocupación, o sea, el vacío interior, es decir, el nirvana o "aniquilación", no del ser o de la persona, como a veces se dice en Occidente, sino del deseo, de la pegajosidad a lo sensorial. Hay seres nirvanados ya en esta vida, si bien sólo tras una serie incontable de renacimientos puede llegarse a la aniquilación definitiva, al Nirvana (con mayúscula), especie de cielo, pero sin Dios, ni ángeles, ni almas individuales.

La iluminación es como un anticipo de la paz y felicidad, propias del Nirvana. Pero la iluminación no es de naturaleza sobrenatural, ni efecto de la acción divina, ni de la cooperación del hombre y de su libertad con Dios. Es un fenómeno extraordinario, pero natural, parapsicológico, obra del hombre y de su esfuerzo. Por ello no depende del simple querer ni está sistematizado. Es decir, para alcanzar la iluminación no basta quererlo y someterse a unas normas o actos programados. Además, una vez adquirida de manera súbita e imprevista, se pierde también del mismo modo, sin que se sepa si se va a recuperar o no.

Un «yo» diluido

Los budistas son los antípodas del grito unamuniano: «¡Que me quitan mi yo!». Usan la palabra "yo", pero no es lo que nosotros entendemos, sino un mero sonido. El "yo" queda disuelto en ese caudal de actos, sensaciones, cambios bioquímicos, del que hemos hablado; se diluye en "el oleaje de la conciencia inmaterial", un caudal de agua que fluye sin cesar más o menos contaminada, pero sin nada consistente (alma) que lleve nada (mérito, demérito, etc.). Desde la perspectiva budista podemos imaginar a ese "yo" en actitud de contemplar un extenso paisaje de cielo y de mar desde un acantilado; más aún, identificado de alguna manera con él. En un día de cielo totalmente nublado, en el paisaje del "yo", la conciencia psicológica sería la franja estrecha del horizonte, sobre el cual se eleva el cielo azul, una altura desconocida e inmensa, llena de luz: la "hiperconciencia". Debajo del horizonte o de la conciencia, el mar tenebroso, una profundidad también desconocida e inmensa, a saber, los estratos preconsciente, subconsciente e inconsciente del psiquismo humano.

El romper el techo por arriba, como cuando se despega en un día de niebla en un avión, desde el cual se contempla luego el cielo azul, las nubes algodonosas y tornasoladas, o sea, el irrumpir en la hiperconciencia o superconciencia sería la iluminación. A su luz, todo lo material y sensorial parece ser lo que realmente es: contingente, efímero, sin consistencia. Según el capítulo Genjokoan ("La realización de la iluminación") de El arte de mirar de Dogen (s. XIII d.C.), maestro de zen, "el logro de la iluminación es como el reflejo de la luna en el agua. Ni se humedece la luna ni se quiebra la superficie del agua. Grande es la luna y amplio el radio de sus rayos de luz, pero cabe toda en una gota de agua. Toda la luna y todo el cielo se contienen en cada gota de rocío". Alcanzar la iluminación es no dificultar el ser transparencia de todas las cosas, de la profundidad de la realidad, dejarse traspasar por la luz reflejada de la luna, aunque parece salir desde dentro de la gota de rocío, agua vacía de suciedad y turbiedad.

Una especie de «autismo» o ensimismamiento

Por su desacralización secularizadora del hinduismo, por su marginación de lo divino y por la índole de su gnosis, el budismo cae en una especie de autismo religioso en cuanto cada budista se reconcentra en sí mismo, se ensimisma, en orden a conseguir el vacío mental, el desapego de la pegajosidad sensorial y sensual, el pleno desligamiento de lo apariencial, o sea, de todo lo terreno, temporal, sensorial, y un cierto disfrute interior, que alcanza su grado máximo en la iluminación, coronada por la vida nirvánica.

Lógicamente, el «yo vivencial» de cada individuo queda erigido en punto de referencia y en termómetro valorativo y discernidor de todo. "No os dejéis guiar por la autoridad de los textos religiosos, ni por la simple lógica, ni por la apariencia, ni por la especulación sobre lo opinable, ni por las verosimilitudes probables, ni por vuestro maestro espiritual" (Angúttara-nikâya, 1, 187-191. Buda repite lo mismo otras tres veces en este sermón). Según el budismo, las propias vivencias, sobre todo en la medida de su sintonía con las de Buda, son para cada uno el criterio supremo, tanto doctrinal o de la verdad, como práctico o del comportamiento ético-moral. La experiencia personal está por encima del conocimiento de los sentidos y del racional, mucho más del simplemente especulativo, también de la autoridad de los maestros espirituales, e incluso de las posibles revelaciones divinas y de la fe.

Dado el contexto, cuando Buda habla de "revelaciones", se refiere directamente a las del hinduismo, pero, indudablemente, puede aplicarse también a las restantes, por ejemplo, a la cristiana. De hecho, para el budismo todas las religiones, en cuanto religiones, son salvíficamente ineficaces. Cataloga los sistemas de creencias religiosas entre las obstrucciones de la conciencia y, por lo mismo, incapaces de dar la felicidad en esta vida y tras la muerte. Pues las religiones, como las ideologías, las riquezas, el progreso, las fronteras, etc., carecen de realidad verdadera; son imaginarias, transitorias, contingentes. Y, por consiguiente, algo que un budista debe marginar si quiere llegar al Nirvana.

Consecuencias de la condición «gnóstica»

Esta gnosis es como la clave capaz de abrirnos los misterios e interioridades doctrinales, morales, etc., del budismo y de los budistas.

Aunque suene a paradoja escandalosa y a contradicción, el budismo suele ser catalogado como "religión atea". Y hasta cierto punto lo es. Pero agnóstica, más que atea, es el calificativo que le compete plenamente. En su iluminación, Buda sintió tan profundamente la contingencia humana, que, obsesionado por superarla, no tuvo tiempo de pensar en lo divino. Por eso marginó a Dios sin tener tiempo tampoco para negar su existencia. Precisamente en eso consiste el agnosticismo radical. Agnosticismo, en su acepción occidental filosófica, es la concepción que, aun admitiendo la existencia de Dios, niega que la razón sea capaz de llegar a su conocimiento y demostración de su existencia, atributos, etc. Agnóstico ("el que no sabe"), en su acepción vulgar, es la persona según la cual no se sabe con certeza si existe Dios, ni si es posible saberlo, pero obra como si no existiera. El neopaganismo occidental de nuestros días sintoniza con el budismo en su agnosticismo.

Según Buda (Májjhima-nikâya, 1, 426), a él le pasó lo mismo que a un hombre herido por una flecha. Sería absurdo que dijera: "No me sacarán la flecha hasta que sepa quién me ha herido, a qué casta pertenece, con qué clase de madera está hecha, si tiene o no envenenada la punta, etc.". Quien obrara así, se moriría antes de que le hubieran sacado la flecha. Por eso, desde su iluminación, a lo largo de su vida octogenaria, Buda habría tratado de arrancarse la flecha de la "contingencia, fugacidad" de todo lo sensorial, desapegarse de ello, en virtud de su propio esfuerzo y tensión. Le sobrevino la muerte sin haber tenido tiempo para especular sobre lo divino, ni para recurrir a un Ser superior, ni a medicina alguna sobrehumana. A la pregunta sobre la existencia de dioses, Buda contestaba de ordinario con otra pregunta: "¿Por qué preguntas eso?", y permanecía en silencio (M.S. 2, 311-312; Májjhima-nikâya, 63).

Síntomas del agnosticismo

Un serie de síntomas confirman su agnosticismo. Los budistas no creen en un dios hacedor de las cosas y modelo de los hombres, ni en el alma humana. Aunque hagan meditación en el sentido ya indicado, los budistas propiamente no oran, jamás hacen oración de súplica o petición, que es la manifestación primera, más elemental, de la creencia en la divinidad. Lógicamente, como en todo, no falta la excepción confirmatoria de la regla general, por ejemplo, el amidismo. El budismo carece del concepto de persona, de Dios y de Legislador, Premiador y Castigador supremo, en el sentido generalizado de las demás religiones. El budismo reduce lo religioso a lo ético, si bien, más que una ética, es una terapéutica del sentido de la contingencia, cuya raíz no es pecado alguno individual o colectivo, original ni originado, castigados por Alguien superior al hombre, sino la sed/deseo de lo sensorial, la concupiscencia. Por lo mismo, su remedio tampoco viene de un Redentor, sino del hombre mismo, de su esfuerzo de concentración y vaciamiento interior.

Un agnosticismo politeísta

Alguien puede objetar, recordando la creencia budista en seis clases de dioses en el mundo del deseo (lo sensorial), diecisiete en el material, e incontables en el inmaterial, con un sinnúmero de dioses en cada clase. Así es, probablemente por influjo de la superstición popular y del politeísmo hindú. Pero son dioses sólo de nombre, ya que, aunque superiores a los hombres, son perecederos, no todopoderosos, sometidos a la ley kármica y a la cadena de renacimientos. Además, sólo pueden conceder lo que un buen budista no debe ni puede pedir, a saber, salud, riqueza, fama, etc. Luego merecen ser llamados demonios, más que dioses.

El budismo es un monacato

He aquí una consecuencia lógica e inevitable de la gnosis budista y de su misma condición. El "triple refugio" es una fórmula que marca los pasos decisivos de un budista: "Me refugio en Buda, me refugio en la Ley/Doctrina, me refugio en la congregación". La pronuncia cuando llega al uso de razón para testimoniar su incorporación voluntaria al budismo, en el rito de su empezar a ser bonzo o bonza y al hacer el voto por el cual se convierte en bodhisattva, o sea, en un budista consciente de vivir su último renacimiento o la última existencia terrena, al final de la cual sabe con certeza que pasará al Nirvana, pero, impulsado por la clemencia o compasión hacia los demás, renuncia a ese paso y sigue una existencia más en la tierra para ayudarles con su presencia, testimonio y amabilidad. Para llegar a bodhisattva se requiere una serie incalculable de renacimientos: según algunos textos budistas, el equivalente a la unidad seguida de 2.103 ceros. Todos los Dalai Lama son bodhisattvas.

El medio más eficaz para impedir la aparición de la sed de lo sensorial y para pasar al Nirvana es la vida célibe, pobre, etc., en el monacato budista. El budismo inicialmente estaba abierto sólo a los bonzos, pronto también a las bonzas, así como al laicado. En el budismo theravâda, el que entronca con Buda, el acceso al Nirvana está cerrado para los laicos, a no ser tras su renacimiento en un bonzo.

Coherentes con su creencia, en los países en los que predomina el budismo theravádico (en Tailandia, en Birmania), todos sus ciudadanos viven por lo menos tres meses en un monasterio cuando tienen veinte años. Tras esta experiencia se quedan como bonzos o retornan a la vida civil. Asimismo, en torno a los siete años de edad los niños suelen representar la renuncia de Siddharta a la vida mundanal en una ceremonia más importante incluso que la del matrimonio y la del entierro. En esta ceremonia, a imitación de Siddharta, se rapan la cabeza, visten la túnica de color azafrán y hacen un viaje a caballo, pasan al menos una noche en un monasterio adaptado para esta finalidad. De esta manera conocen por experiencia, desde la infancia, la forma ideal de vida, la de los bonzos. Así se explica la proporción elevada de bonzos: 250.000 y 70.000 bonzas en Tailandia; 20.000 bonzos y 3.000 bonzas en Sri Lanka (Ceilán) en 1994. En Tíbet, en 1959 (año de su invasión por China) había medio millón de bonzos, que representaban el treinta por ciento de la población masculina, un récord mundial.

RAMAS BUDISTAS

Al menos desde E. Renan (s. XIX), ha sido un tópico considerar el budismo como la mayor religión de Asia. Pero no es verdad. El hinduismo cuenta con aproximadamente el doble de miembros. Según cálculos fidedignos, hay en Asia unos 450 millones de budistas, distribuidos de la manera siguiente.

Budismo Hinayâna ("pequeña canoa") o Theravâda ("doctrina de los antiguos", pues entronca conBuda): unos 150 millones, asentados sobre todo en el sur asiático (Tailandia, Birmania, Camboya, Laos, Sri Lanka). Acentúa la mortificación, el autodominio, la ascesis; concede una gran eficacia liberadora a la meditación solitaria, quedando marginada la clemencia hacia los demás; considera a Buda como un personaje histórico, maestro en este mundo; relega a un plano muy secundario a los laicos, los bonzos visten túnica de color azafrán.

Budismo Mahayâna ("gran canoa"): Aparecido en los s. I a.C.-I d.C. Son unos 275 millones, sobre todo en el norte asiático (Manchuria, China, Taiwan, Corea, Japón). Se incluyen aquí los dieciocho millones del amidismo y los doce del budismo shingo. Rasgos definitorios: acentúa la importancia de la compasión y clemencia con los demás; se fija más en el Buda eterno, "divinizado", que en el histórico; abre la iluminación, la posibilidad de ser bodhisattvas, etc., también a los laicos; permite que los bonzos (visten túnica generalmente gris en China, negra en Japón) se casen; su ideal es el bodhisattva.

Budismo Vajrayâna ("canoa del diamante" o budismo tántrico): unos 18 millones (Tíbet, Bután, Mongolia&). Más influido por el budismo mahayánico que por el theravádico, apareció en el s. VII d.C. Sus bonzos visten túnica de color rojo bermejo. Es el más cargado de magia, supersticiones, tantrismo (sexual), astrología, alquimia; el que concede más importancia a los mantras o palabras ordinariamente sánscritas (de significado desconocido para los occidentales) de los textos sagrados, mágicamente eficaces, clave de cada persona y de su personalidad, que le permiten estar en armonía consigo mismo, con los demás y con el universo (la Meditación Trascendental cobraba 70.000 pesetas por cada mantra, ya en 1997).

Budismo zen o simplemente el "zen" (abreviatura del japonés zazen, "meditar sentado"): Más de tres millones del zen Rinzai y unos diez del Soto, con sus 20.494 templos y casi 70 millones de practicantes en todo el mundo; tres millones del zen Tendai, con 4.383 templos, sobre todo en Japón. M.G.G.

BUDISTAS FUERA DE ASIA

Resulta difícil calcular el número de budistas fuera de Asia. En EE.UU. hay unos cuatro millones, 180.000 en Gran Bretaña, 150.000 en Alemania, 60.000 en Italia.

La Unión Budista de Francia afirma la existencia de 600.000 budistas, de los cuales unos 150.000 serían franceses de nacimiento y el resto, emigrantes. Estadísticas fiables distinguen tres clases de franceses budistas: a saber, unos cinco millones de "simpatizantes", más o menos relacionados con el budismo; de 100.000 a 150.000 adeptos; y unos 12.000 adeptos "practicantes" o de creencias y vida plenamente budista. No se han divulgado estadísticas fiables en España. ¿Por qué?

En el comunicado final de una reunión celebrada en Kioto (Japón) en 1998, los budistas de quince países entre ellos el Dalai Lama reconocen que "el budismo está en declive en Corea del Sur, Malasia, Taiwan, etc.", que su clero está poco formado y que en Asia pierden seguidores ante el empuje de los cristianos, mientras el número aumenta algo en Occidente. M.G.G.

BUDISMO EN ESPAÑA

El yoga, las artes marciales (aikido, reiki, taichi, etc.) y, sobre todo, el zen, han sido el caballo de Troya que ha facilitado la introducción camuflada del budismo en Occidente, también en España. Su vertiente psicotécnica ha servido y sirve como anzuelo que deja prendidos de su ideología religiosa.

Sólo del budismo vajrayánico o tibetano existen en España, al menos, la Comunidad para la preservación de la tradición Mahayana; la Orden budista occidental, con sede en Alicante; Jiko An o Comunidad budista Soto zen del "Camino abierto", formada por más de treinta miembros, en Yegen (Alpujarra granadina).

La escuela Kagyupa (en tibetano, "participante en la sagrada transmisión oral") tiene miembros en Barcelona, Madrid, Valencia, Zaragoza. Otra escuela del budismo tibetano, la Karma Kagyu, tiene al menos un centro en Barcelona y otro, la Comunidad religiosa Dag shang Kagyu, en Graus (Huesca). Hay otros centros en Madrid, Barcelona, Granada, etc.

Hay más de cinco monasterios de budismo tibetano. De ellos el más activo parece ser el de la Comunidad budista Soto Zen (Luz Serena) con sede central en Casas del Río (Valencia), sin luz eléctrica ni agua corriente durante bastante tiempo, con sendos centros o grupos zen en Alicante, Bilbao, Las Palmas de Gran Canaria, Orense, Tenerife, Valencia, Zaragoza. Además está la Asociación Cultural «Las Diez Direcciones-Amigos de Luz Serena», una ONG o servicio de voluntariado. En agosto del 2000 se ordenaron ocho nuevos bodhisattvas. Además del grupo de bonzos de vida en común, hay hombres y mujeres que siguen en sus actividades profesionales, aunque con la espiritualidad budista, y que pasan todas (o parte) de sus vacaciones en retiro en el monasterio.

La personalidad del Dalai Lama y el exilio de unos cien mil monjes tibetanos, entre otras causas, ha contribuido a la difusión de su budismo por Occidente, a pesar de ser el más crédulo, supersticioso y degradado. Claro que los occidentales (artistas, por ejemplo), seducidos por el budismo tibetano, suelen hacerlo con la mentalidad de quien acude a un supermercado, dispuesto a escoger sólo lo que les apetece.